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San Agustín

San Agustín de Hipona nace en Argelia en 354 y muere en 430. Su atención se centra en cuestiones epistemológicas, principalmente relacionadas con la razón, el conocimiento y la sabiduría. Afirma que el conocimiento es innato y es Dios quién lo sitúa en el hombre y la mujer. Investiga acerca de la “teoría del conocimiento preexistente”, un avance genuino que defiende el conocimiento verdadero como algo que ya existe, que está latente. Ha de ser el hombre, mediante la educación, el encargado de hacer que esta verdad se haga manifiesta. En su libro Confesiones del 397, deja clara su tesis al respecto: “La educación es en realidad el proceso por el cual unas ideas oscuras e inconscientes se convierten en conscientes y claras” (S. Agustín, 397: 109) Además, en palabras de Bowen (1976: 374) acerca del pensamiento de San Agustín, señala “todo cuanto el hombre sabe acerca de sí mismo y de su entorno le llega mediatizado por los sentidos, y todo conocimiento al que el hombre tiene acceso directo le viene dado de forma corpórea y transitoria.” San Agustín abre un espacio lleno de oxígeno en el ámbito de la educación en un período en el que el campo del saber se había encogido, los estudios empíricos estaban en declive y las escuelas se preocupaban más de la recapitulación de las ideas antiguas que de su renovación. La importancia de su obra es fundamental para el avance en el conocimiento de la educación, aun estando ésta especialmente marcada por su carácter cristiano. Son cuatro sus obras más relevantes en torno al conocimiento y a cómo debemos llegar a él mediante la educación: De Magistro (389), Confesiones (397), De catechizandis rudibus (399) y De doctrina christiana (escrita entre 397 y 426).