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Homo ludens

El filósofo holandés Johan Huizinga sitúa al juego como la actividad central de una sociedad próspera y como el elemento formativo primario en la cultura humana. Al igual que cualquier civilización el juego requiere de una estructura y de participantes, estando éstos dispuestos a crear dentro de unos límites. Huizinga define así en la obra homónima (1938) al Homo Ludens, o “hombre que juega”, comenzando con Platón y continuando a través de la historia hasta la civilización moderna. El autor sitúa esta clasificación de la especie humana al mismo nivel que la de Homo Faber y Homo Sapiens ya que para Huizinga jugar es tan importante como razonar o fabricar. Sin embargo, dicha clasificación no es particular del ser humano pues muchos animales experimentan la misma necesidad creativa y por lo tanto no es una actividad cultural en sí. El juego tiene cinco características principales: es libre, de hecho es libertad; no representa la vida real; transcurre con una duración y en un lugar distintos a los de la vida ordinaria; es un tipo de organización, pues crea un orden; y no pretende obtener un beneficio material.